El proyecto de viviendas colaborativas “El Llar” nace de la idea y el esfuerzo de un grupo pequeño de personas, amigas y concienciadas con la vida sostenible y en comunidad, basada en la cooperación y la ayuda mutua, que trabajamos para definir y consolidar un proyecto intergeneracional de convivencia, al que se pueden unir todas las personas que tengan esos valores.
"En mi casa futura busco belleza, armonía, mucha luz y sentirme acompañada. Quiero compartir, seguir activa y aportar todo lo que pueda”, asegura Marisol que mira al mundo y a este viaje hacia el hogar de sus sueños con la misma cara de curiosidad de esta foto que le hicieron en San Vicente de la Barquera allá por 1949.
Allí, en la casa de sus abuelos, Emilio —o Emilito, como le llamaban entonces y como aún le llaman sus tías— compartía con su hermano el barreño al sol, la mejor forma de calentar el agua para el baño de los domingos antes del paseo familiar “La casa ya no existe, pero perduran buenos recuerdos en el patio de la planta baja donde vivían mis abuelos, montando tertulias vecinales en una calle sin asfalto ni coches", recuerda Emilio.
En casa había muy buen ambiente. Jugábamos sin parar e inventábamos formas de escaparnos de las tareas que nos tocaban", explica Lulo a la que, por si lo dudáis, todavía le sigue gustando bailar. Para ella, su casa soñada es un lugar donde la vida compartida con vecinos sea tan natural como lo fue en su infancia, rodeada de naturaleza y con un ambiente de confianza y alegría.
"Mi casa de infancia daba a un patio donde compartíamos la vida con los vecinos. Mi futuro hogar será pequeño en lo privado, pero grande en espacios comunes para convivir y construir comunidad”, asegura Amalio, al que en el momento que nos muestra la foto sus hermanos pequeños empezaron a llamarle “Chache”.
"Me gustaba mucho el ambiente porque todo se hacía en conjunto: la comida, la limpieza... Y la mitad de la vivienda eran zonas al aire libre: un patio para jugar al balón, charlar a la fresca, un jardín con árboles e incluso un gallinero", asegura Óscar. Para su casa futura, quiere ese mismo espíritu de convivencia y espacios comunes, donde compartir sea tan natural como respirar.
"La casa de mi infancia, la misma que mi madre aún conserva, era nuestro refugio. Con sus días de calor abrasador en verano y frío que calaba hasta los huesos en invierno, pero siempre llena de vida y recuerdos que hoy son mi tesoro". En El Llar, Encarna sueña con un hogar cerca del mar, donde el sonido de las olas se mezcle con las risas de vecinos que se conviertan en amigos.
"Recuerdo que en nuestro edificio ni siquiera se cerraban las puertas de las casas. Todo el mundo estaba pendiente para echarte una mano si lo necesitabas", evoca Celia con una sonrisa. Para su nuevo hogar en El Llar, Celia busca revivir esa esencia: un espacio comunitario, seguro y auténtico donde las relaciones vecinales sean tan cercanas como entonces. Donde la vida se comparta.
"En mi casa de la infancia, 'la leonera' era el lugar donde la imaginación volaba sin límites. El resto de la casa tenía normas, pero allí todo era posible", recuerda Paquito sintiendo aún sobre sus pies el peso de la pelota que tanto le gustaba. Para su hogar en El Llar, Paco busca algo muy claro: un espacio funcional, cálido, cómodo, luminoso, sostenible y, sobre todo, en comunidad, donde las relaciones sean auténticas.
"En París, nuestra casa era una 'Fonda del Cuco', siempre llena de españoles que buscaban refugio. En Laciana, descubrí un mundo mágico: un río que me mecía, un gallo que despertaba el día y montañas verdes que fueron mi parque de juegos". Hoy, Francoise sueña con un hogar en El Llar donde grandes ventanales le permitan disfrutar del verde y los sonidos de la naturaleza. "Quiero estar rodeada de gente querida, compartiendo risas y cuidados en el otoño de mi vida".
"Me gusta tomar mis propias decisiones y ser parte del cambio en la sociedad, y como siempre digo 'proactiva en la vida'", asegura Ana. Educadora social que trabaja con adolescentes migrantes no acompañados, Ana ha hecho de la convivencia intercultural y el voluntariado su camino.
Somos una comunidad autogestionada donde cada uno de los miembros participa activamente en la toma de decisiones. Nos organizamos en Grupos de Trabajo y compartimos las responsabilidades cotidianas, lo que nos ayuda a fomentar la interacción, promover un sentido de responsabilidad compartida, fortalecer los lazos de amistad y establecer relaciones sociales de vecindad más profundas.
Mantenemos una comunicación abierta y respetuosa y promovemos un ambiente donde los desacuerdos o discrepancias se abordan de manera constructiva y se buscan soluciones que beneficien a toda la comunidad.
El Llar será un espacio donde todas las personas se sientan valoradas, respetadas y parte integral de una comunidad diversa e inclusiva. Esto, no sólo va a mejorar nuestra calidad de vida, sino que también va a fortalecer la cohesión y la capacidad de la comunidad para enfrentar los desafíos de forma colaborativa.
Valoramos y respetamos nuestra privacidad, por ello en el diseño de nuestro hogar, mimaremos tanto los espacios privados como los comunes.
Construiremos con criterios de sostenibilidad y eficiencia energética. Además de compartir espacios, compartiremos recursos y esto, no sólo reducirá el consumo individual, sino que también fomentará un estilo de vida más sostenible.